publicado a las: 12:21 p.m.
RAMÓN AYALA O EL ACONTECIMIENTO DE EXISTIR
“Mira la luz, goza la vida / y el acontecimiento de existir / milenios de sombras transcurrieron / antes, mucho tiempo antes de ti”. Primera y última estrofa de un poema – no el último, acaso sólo el más reciente – de la inagotable, frondosa creatividad de Ramón Ayala.
“Ser”, su título.
El poeta misionero lo revisó, le dio forma definitiva en una mesa que compartía con nosotros, en un concurrido restaurante posadeño. Antes, hizo a un lado platos, cubiertos y vasos de gaseosa (el de él, ya que rara vez ingiere alcohol, contrariando la estereotipada imagen del bohemio) o de espeso vino tinto (los nuestros).
Mientras concluía su obra, asentaba una coma, cambiaba una palabra o modificaba la ubicación de un verso, hacía tiempo para hablarnos de su trabajo. Creador impetuoso y tempestuoso – a pesar de su exterior aparentemente calmo – Ramón es un inveterado cantor del paisaje de su provincia. No es, sin embargo, un mero acuarelista. Ni su canto se limita a la melodía vehiculizada por su voz. Ni a lo que construye para que otros lo canten.
Va más allá.
Utiliza la vista, escudriña el interior de las personas, los vegetales y las cosas, se apoya en su sensibilidad y toma, aprehende su entorno y lo traslada a la tela o a la cartulina.
Entonces, los duendes que lo siguen y lo persiguen, cobran vida. Saltan de la música, las palabras, la pintura o el carbón, y van a la vida. Vienen de la vida. Porque sus duendes están en el verde y el rojo, los arroyos, los grandes ríos y en esa criatura que es fuente y receptora de la obra del artista: el hombre.
Ser
Mira la luz, goza la vida
Y el acontecimiento de existir;
milenios de sombras transcurrieron
antes, mucho tiempo antes de ti.
Mira la luz, goza la vida
Y todo lo que emana de tu ser
las secretas palabras de tu alma
y el llamado misterioso de la piel.
Fuiste convocado a este mundo
por la magia del amor o del placer
entre una multitud de seres que jamás
qQue jamás, después de ti, ya podrán ser.
Tus pasos que llevan tu silencio,
tu forma de sentir y de pensar
arrancan desde el fondo de los tiempo
de remotos abuelos que en ti están.
En el pulso de tu sangre están los ritmos
de los astros y el infinito azul,
aquellos que ordenan las mareas,
el crecimiento de la vida en multitud.
Observa con ojos cautelosos
el sendero que habrás de recorrer;
apenas un suspiro en el futuro
una chispa de luz en el ayer.
A veces te contemplo poderoso;
sacerdote de la vida y el saber,
dueño de la humildad, la fortaleza,
la energía secreta y la honda fe.
A veces disminuyes tu estatura
y como una oruga de la tierra vas,
ignorando que luz bajo los astros
también tiene su propia intensidad.
Te he visto pequeño y pordiosero,
mendigo del dinero y del favor,
sin saber que eres la riqueza,
la materia que piensa, el hacedor.
Nada importa más que tu existencia
que las horas y los días de tu andar
antes de ti sólo la sombra
después, la negra inmensidad.
Construye tu destino como un libro
Como una columna de acero y de cristal,
El que teniendo la hondura de lo simple
Irradie tu luz al caminar.
Escribe con tu sangre con tus huesos
en este libro una página de amor;
si no eres poeta, ni artista ni guerrero
piensa que eres una partícula de Dios.
Los dioses eternos de otros tiempos
en el polvo del pasado están
sólo el hombre que nace del misterio
hasta este tiempo ha podido perdurar.
Mira la luz, goza la vida
Y el acontecimiento de existir;
milenios de sombras transcurrieron
antes, mucho tiempo antes de ti.
RAMÓN AYALA
Septiembre de 1982 – Diario El Territorio
Etiquetas: MÚSICA REGIONAL
