FESTIVAL DEL LITORAL (II) CÓMO SE DESNATURALIZAN ESTOS “EVENTOS”
publicado a las: 6:36 a.m.
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FESTIVAL DEL LITORAL (II)
CÓMO SE DESNATURALIZAN ESTOS “EVENTOS”
Justicia es reconocer que, en estos días, las radioemisoras en general han incrementado la difusión de música nacional, lo que permitió el reencuentro de los argentinos con destacadas expresiones de su cultura. Este fenómeno – porque en verdad es un fenómeno luego de años de relegamiento – se observó sobre todo a partir del domingo anterior, por las particularísimas circunstancias que enfrenta la Nación, que la han conmovido hasta lo más hondo y han generalizado la conciencia sobre la necesidad de defender todo lo nuestro, en todos los terrenos.
No obstante, todavía no hay campo para el optimismo sobre la suerte de nuestra música nacional. Nada indica que la situación habrá de revertirse en forma más o menos permanente. Porque el apuntado incremento de la difusión no se ajusta a normas estables, sino que parece responder al propósito de ponerse a tono con los sentimientos que animan a la población en este momento (salvo las honrosas excepciones de estaciones de radio que mantienen como política invariable el adecuado nivel de divulgación de nuestros ritmos).
Además, la función que puedan cumplir en este orden las radioemisoras, no es suficiente para alcanzar el objetivo deseado. Por supuesto que es significativa esa función, pero, como contrapartida, es limitado el ámbito en el que pueden ejercer influencia para torcer el rumbo impuesto por los que poseen resortes poderosos y que gravitan de manera virtualmente decisiva en el circuito de la difusión.
Entonces, las acciones deben comprender a todos los operadores del mencionado circuito, incluidas las empresas discográficas.
Por supuesto que no olvidamos a los organismos oficiales o semi-oficiales encargados de resguardar y promover los valores de la cultura nacional. Ni a lo docentes que tienen igualmente un importante rol que desempeñar, desde que deben asumir – muchos han asumido hace tiempo – la responsabilidad de ilustrar a la niñez sobre tales valores.
Ni las teledifusoras, cuya deuda con el país en este campo es considerable: de un lado, por haber favorecido – en grado superlativo – más lo extraño que nuestros productos y, del otro, por las posibilidades que brinda ese medio de comunicación.
LOS FESTIVALES
Invalorable es, asimismo, el aporte que son capaces de concretar los festivales que se realizan en diferentes lugares de la República y cuyo “poder de convocatoria” nadie desconoce.
Al respecto, no faltan quienes atribuyen al denominado Festival Nacional del Folklore que se lleva a cabo en Cosquín, el carácter de paradigma de los encuentros de ese tipo, dentro del país.
Sobre este punto, recurrimos a conceptos de un estudioso: “…Es oportuno que diga dos palabras sobre los festivales. No haré aquí historias que podría titular “Desde Cosquín al Festival del Ternero” u otro de los más recientes. Allí llegó el deterioro en lenta e incontenible contaminación, que fue “achicando” su valor y su función inicial hasta desnaturalizar su connotación, atrapados en la maraña de intereses creados. No estoy ni en crítico ni en juez pero sí en observador interesado. Basta con seguir la trayectoria de Cosquín. Tales “eventos” como dicen los animadores proliferaron ¿ a propósito de qué?...”, (Ciro René Lafón, “folklore y soberanía”).
Proliferaron – según nuestra apreciación – a partir de lo que hemos calificado como “explosión” de música nacional de los años 60, pero, también, desde que algunos visualizaron el excelente negocio que representaba la organización de espectáculos festivaleros “en cadena”, con la presentación de “paquetes” de artistas (“paquetes”, además, porque uno podía encontrarse con cualquier sorpresa al “desatarlo”, aparte de que muchos eran o son verdaderos “paquetes”, según la popular acepción del vocablo).
El Festival de la Música del Litoral respondió a una idea lanzada por aquellos años que se cristalizó en noviembre de 1963, al efectuarse la primera edición. Más adelante, seguiría lamentablemente el derrotero señalado por Lafón. Se desnaturalizaron totalmente sus fines, transformándose en un espectáculo colorido, pero vacío de contenido. Hasta que el propio festival dejó de realizarse.
La experiencia debe ser tenida en cuenta por quienes, ahora, han reactualizado la idea, de acuerdo con las premisas originales.
CARLOS CORREA
02 de Mayo de 1982 – Diario El Territorio
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