TRANSITO COCOMAROLA VIGENCIA DE UN ÍDOLO DE LA MÚSICA POPULAR
publicado a las: 11:40 a.m.
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TRANSITO COCOMAROLA
VIGENCIA DE UN ÍDOLO DE LA MÚSICA POPULAR
La evolución experimentada a partir de la década del 40, por las formas creativas e interpretativas de la música regional, o, más precisamente, de su recreación a partir de la raíz popular, en gran medida corrió paralela con la propia evolución de Mario del Tránsito Cocomarola. Con él, además, sobre todo el chamamé – especie preponderante del género – alcanzó su dimensión precisa, la que ocupa en la actualidad.
Como suele suceder a menudo con los artistas populares, sus comienzos no fueron fáciles. Sin embargo, nunca se detuvo y jamás se apartó de su línea de respeto a las auténticas expresiones de su ámbito, donde se conjugan hombre y paisaje, los mismos que tuvieron en Cocomarola a uno de sus más fieles intérpretes. Y esto último vale no sólo porque era un diestro ejecutante del bandoneón – y antes del acordeón – sino porque interpretaba los sentimientos de su pueblo, reflejándolos en su música, con la cual establecía un indestructible lazo de comunicación con el público.
El SANCOSMEÑO
Cocomarola nació el 15 de agosto de 1918, en un campo de los alrededores de la localidad correntina de San Cosme, en el seno de un hogar formado por un italiano de Capri, y una correntina.
Alguna vez relató – más bien sintetizó, ya que era muy parco y hablaba a través e su música – los primeros años de su vida. “Estábamos en buena posición económica – señaló – mi padre trabajaba bien. A los seis años, ya tocaba un poco el acordeón.
Después, me pasé al bandoneón. Me gustaba de alma la música. Cuando tenía trece años, empecé a darle ne bailes, con conjuntos importantes. Después, tuve el mío propio. Alrededor de 1940, formé mi propio conjunto y salí a trabajar por todo el Litoral. Después, a probar suerte a Buenos Aires. Muy bien no nos iba, tanto es así que ya estábamos por volvernos cuando el director artístico de “Odeón” nos tomó una prueba. Grabamos “El cangüi”, instrumental, y otros temas. Tuvo aceptación esa partida y quedamos contratados…”.
Ese “muy bien no nos iba” que deslizó en su relato, habrá sido una referencia a una realidad mucho más desfavorable que la que insinúan sus palabras. Porque hasta 1940 las penurias, los sinsabores, constituían el alimento cotidiano de estos músicos populares (aún hoy sufren lo mismo, muchos de ellos).
Cuando Cocomarola inició sus actuaciones en público – en 1931 ó 1932 – el chamamé comenzaba a abandonar su reducto provinciano, llevado de la mano de los pioneros que se aventuraron en ese ineludible centro de la difusión nacional que es la ciudad de Buenos Aires. Y aquí, como en no pocos sectores de su propio lugar de origen, debían soportar la subestimación de ciertos círculos que menospreciaban las expresiones de la cultura nacional. (Algo que todavía esos círculos suelen practicar, cuando no tratan de apropiarse de dichas expresiones, para deformarlas).
LAS RAICES
Al margen, cabe también una reflexión sobre los orígenes de la especie musical-chamamé. La afirmación formulada por Cocomarola en el sentido de que ya en 1931 integraba conjuntos que actuaban en bailes, tocando música regional – es decir, chamamé – es otra prueba que sirve para avalar la convicción de que este ritmo es mucho más antiguo que los escasos 50 años que algunos pretenden asignarle, a partir de la composición del primer tema con ese nombre por cierto realizados afortunado. Salvo que – cosa imposible – apenas lanzada la primer pieza en Buenos Aires, su expansión fue tan meteórica que, prácticamente en el acto, los músicos de la región se dieron a la tarea de componer en base a aquel primer tema.
El chamamé tiene raíces muy antiguas, prendidas en el alma del hombre y la mujer del Nordeste. Así lo entendió Cocomarola y así lo transmitió, con fidelidad. En ello radica su mayor mérito y su estilo sigue indicando el camino que se debe transitar.
Porque ése es el camino que conduce a lo permanente. Tal vez será más difícil y largo. Pero, es el derrotero que está signado por el respeto que todo artista debe sentir hacia su público y hacia sí mismo. Es el que marcó la trayectoria de Cocomarola y el que lo mantiene vigente, más allá de su muerte, la que, en definitiva, es nada más que un accidente físico, con el cual este maestro tropezó el 19 de septiembre de 1974.
CARLOS CORREA
Septiembre de 1980 – Diario El Territorio
Etiquetas: MÚSICA REGIONAL
