LUIS ACOSTA, POETA POPULAR DE LA REGIÓN

Al prologar uno de los libros de Héctor Gagliardi – quien fuera agudo retratista de costumbres y personajes porteños -, Homero Manzi definió a aquél como un poeta popular, a despecho de quienes lo consideraban entonces – y tal vez aún lo consideren – como un simple versificador de situaciones cotidianas. La caracterización formulada por Manzi – con el respaldo de su indiscutida autoridad intelectual -, incluyó una contundente reivindicación de lo popular, de lo verdaderamente argentino, de lo intrínsecamente nacional, en una crítica no tan indirecta de aquellos poetas que crean de espaldas al país.

La misma definición puede ser aplicada a Luis Acosta el primer letrista depurado que tuvo la música regional y cuyos versos, en ocasiones, cobraron singular altura. Acosta – de cuyo fallecimiento se acaban de cumplir 40 años – fue, además, un producto de integración que muchos pretenden al ubicar diversos ritmos – en particular, el chamamé – en un contexto de región, por encima de los límites políticos con los cuales algunos quieren encorsetarlos.

Nació en territorio correntino, pero su niñez y juventud transcurrieron en suelo misionero, y con su obra enlazó a ambos. Con versos simples y frescos, sintetizó la historia y describió el paisaje en “Posadas”, tema al cual Emilio Chamorro le puso la música. Exaltó las glorias de la vecina provincia de “Corrientes”, composición que, con la música del mismo Chamorro, es calificada como “polca patriótica” por el historiados Emilio Noya.

Y con “El huerto triste”, ese antológico chamamé que creara en colaboración con Tránsito Cocomarola, puso de manifiesto su adhesión a la corriente modernista rubendariana, que influyó profundamente en los poetas latinoamericanos de las primeras décadas de este siglo, y que alcanzó también a los creadores populares, como el propio Acosta, o Emiliano R. Fernández, en el Paraguay.

Resulta curioso que se definiera como “correntino, de Ituzaingó”, en tanto Noya lo cita como “poeta y músico misionero”. De todas maneras, Acosta nació en el paraje Santo Tomás, departamento Ituzaingó, justo en el límite de la vecina provincia con Misiones. Pero a los pocos años, su madre, De la Cruz Acosta, se afincó en el posadeño barrio Rocamora, junto a unos familiares y sus otros dos hijos: Idelfonso – quien, como corolario de una trayectoria iniciada en 1926, como ordenanza, llegara a secretario general de la Gobernación, en 1954, durante la administración provincial de Claudio Arrechea – y Carlina. Los tres fueron frutos de una relación con Patricio Ramón Pérez (a uno de cuyos hijos, Victoriano, agradecemos el habernos proporcionado estos datos).

Durante su estada en Posadas, desempeñó diversos menesteres y hasta – dicen – solía integrar alguna comparsa de las que animaban los corsos de antaño, donde oficiaba de payador. Fue lechero del establecimiento de Pedro Núñez y luego ingresó en la Policía de Territorios Nacionales, como agente, habiendo cumplido destinos en varios lugares, Puerto Laharrague, entre ellos.

A mediados de la década del 30, viajó a la Capital Federal. Allá, volvió a ser agente de policía, pero, fundamentalmente, él era un poeta. Tanto que no faltó quien lo distinguiese en una publicación como “el agente-poeta”. Así, en esa época del “aluvión inmigratorio” de provincianos a la metrópoli, tomó contacto con músicos de la región, a los cuales secundó ya fuere como letrista o con la singular caracterización de poeta-recitador.

Después se alejó igualmente de la función policial y empezó a trabajar en una empresa frigorífica.

De su frondosa producción, la polca “Itapúa poty” (“La flor de Itapúa”), dedicada a Encarnación, y con música de Juan Carlos Soria, sea tal vez otra de sus creaciones más conocidas, aunque su chamamé más entrañable habría sido “Posadeñita”.

Un monolito perpetúa el lugar – sobre avenida Blas Parera, entre las calles Gobernador Rocamora y avenida Santa Catalina, de Posadas, donde se levantó la casa que albergó los primeros sueños de este poeta popular que falleciera el 5 de marzo de 1952, durante unas vacaciones en Mar del Plata. Tenía 46 años.

10 de marzo de 1991 – Diario El Territorio.

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