Según Montaigne EL SENTIDO DE LA DIGNIDAD HUMANA DE LOS GUARANÍES
publicado a las: 2:58 p.m.
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Según Montaigne
EL SENTIDO DE LA DIGNIDAD HUMANA DE LOS GUARANÍES
Por cierto que es encomiable el empeño que – en el caso particular de nuestra región – aplican ciertas personas para pronunciar correctamente y hasta con la entonación adecuada, toda palabra en idioma extraño, por más difícil que ella fuere.
Sin embargo, los vocablos de raíz guaranítica no parecen merecer igual tratamiento por parte de esas mismas personas, incluso, cuando se los expresa, es casi común que aflore un dejo burlón, acentuándose hasta caer en lo grotesco la clásica “musicalidad” del habla del hombre regional. Como si tales vocablos fuesen algo inferior, subalterno, bastardo.
Acaso por aquello de “civilización o barbarie”, se supone – equivocadamente, claro está – que es un “signo de cultura” lo primero, es decir, el pronunciar con corrección la palabra extranjera; si es inglesa, mejor (en la actualidad, porque antiguamente la “moda” era el francés).
En general, las expresiones culturales igualmente de raíz o de sensibilidad guaranítica corren idéntica suerte que los vocablos. Al tanto del último “hit” del conjunto foráneo de “onda” o de la música “new wave”, se ignora normalmente hasta lo más elemental de la música folklórica o de proyección folklórica de la zona.
El trato diferente se aprecia, también, en las referencias que se destinan a los “antiguos dueños de la tierra” de la región: los guaraníes.
Los escasos descendientes de la otrora orgullosa nación que al presente deambulan por ignotos sitios de la provincia, sin más amparo que el que puedan procurarse en un medio social habitualmente hostil – con honrosas excepciones de apoyo y solidaridad, como el que brindaba antes “Alter” y ahora el Obispado de Posadas – son tenidos por muchos como seres humanos “inferiores” de “segunda clase”.
No es esto – lejos está de ello – el vehículo que permite el afloramiento de algún “complejo de inferioridad”. Nada de eso. En todo caso, constituye, sí, un modesto intento de poner las cosas en su lugar.
Porque, además, si alguna duda existía, ella será totalmente disipada con sólo tomar conocimiento del singular aporte divulgado por el doctor Aquiles Omar Martínez, en las páginas del semanario santotomeño “Región” (edición del 13 de octubre de 1981).
“Los guaraníes: nuestros virtuosos antepasados”, se titula el artículo publicado por Martínez (profesional santotomeno radicado desde hace muchos años en la provincia de Buenos Aires sin que perdiera, empero, el vínculo con su tierra, padre del abogado del mismo nombre que es secretario de la comisión organizadora del Festival de Santo Tomé).
Se trata de una reproducción de apreciaciones realizadas por el moralista y filósofo francés Miguel de Montaigne (1533 – 1592) en su obra máxima “Ensayos”, consistentes en una encendida exaltación de las cualidades que descubrió en los guaraníes.
“Con motivo de la coronación del rey Enrique II, en 1550 – refiere Martínez – se efectuó una representación de ambiente americano, en Ruán, a orillas del Sena, con la participación de cincuenta guaraníes arrancados de su terruño, y en cuya circunstancia Montaigne tuvo oportunidad de tratarlos personalmente. De ellos, tomó uno a su servicio, con el que convivió más de diez años, en cuyo transcurso el filósofo se dedicó a estudiar a los guaraníes en su dimensión humana, moral y cultural, sin excluir el idioma”.
Luego de diversos razonamientos y de advertir que el pensador galo completó su investigación con los testimonios de López de Gomara, historiador de Indias que estuvo en América cumpliendo una misión que le encomendara la corona española, y del escritor Etienne de la Boetie, que publicó un estudio a propósito de la presencia de los guaraníes en Ruán, Martínez dejó paso a la descripción que Montaigne practicara de nuestros antepasados aborígenes: “Es una pena que Licurgo y Platón no los hubieran conocido, porque me parece que lo que estamos viendo por experiencia en estas naciones del Nuevo Mundo sobrepasa no solamente a todas las pinturas con que la poesía embelleció la Edad de Oro y a todas las invenciones destinadas a presentar una condición feliz del hombre, sino a las concepciones y esperanzas de la filosofía. No podemos imaginar un candor más puro del que encontramos en ellos…”.
“Aquella – subrayó el filósofo francés en alusión a la comunidad aborigen – es una nación, le diría o a Platón, en la cual no hay ninguna especie de tráfico, ni criados, ni ricos, ni pobres, ni contratos, ni juicios de sucesión, ni tierras divididas…Las palabras mismas que significan mentira, traición, disimulo, avaricia, envidia, delación, se ignora. ¡ Cuán lejos estaría de semejante perfección la república imaginaria de Platón!. Los guaraníes tienen un sentido de la dignidad humana, desconocida en Europa”.
Apunta Martínez que Montaigne estaba convencido que si Platón hubiera conocido a estos americanos “habría encontrado en ellos algo aún mejor que la humanidad que idealmente había inventado”.
Además, el ilustre pensador francés – siguiendo aquí lo publicado por López de Gomara – señaló que encontró en las canciones de los guaraníes “un lenguaje dulce y agradable que le trajo a la memoria a los griegos – no hay nada de barbarie – y si en algo se acerca, es a Anacreonte”.
NUESTRA IDENTIDAD
Tal vez, lo ponderado por Montaigne (que por supuesto no es el único testimonio valioso que pone de relieve la gigantesca estatura moral de nuestros antepasados) sirva como un elemento más que ayude a que modifiquen su actitud quienes hasta ahora consideran poco menos que “bárbaro” y por lo tanto “signo de incultura”, todo lo relacionado con los guaraníes y sus expresiones.
No existen comunidades “subculturadas” ni “aculturadas”. Sólo formas diferentes de cultura.
Y en el caso de la cultura guaraní, ella todos los días nos brinda elementos que contribuyen a forjar nuestra identidad.
CARLOS CORREA
Noviembre de 1981 – Diario El Territorio.
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