EL FUEGO Y LA MILAGROSA NOCHE DE SAN JUAN
publicado a las: 1:19 p.m.
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EL FUEGO Y LA MILAGROSA NOCHE DE SAN JUAN
Desde hace mucho tiempo, los pueblos de la región celebran un rito particular en honor de San Juan Bautista, el que se desarrolla en la noche del 23 al 24 de junio de cada año. Es decir que comienza en la víspera de la fecha dedicada al santo (que es el 24) y, según se desprende de los propósitos que se persiguen con su práctica, para la creencia popular esa noche tiene virtudes especiales que favorecen los sucesos milagrosos.
Es lo que se aprecia, al menos, de ciertos actos, por ejemplo las renombradas cédulas de San Juan y el no menos conocido cruce sobre las brasas (o “cruce de las brasas”, como se lo denomina popularmente). Porque hay otros en los que asoma la eterna lucha entre el bien y el mal, como el “toro candil” o la quema del muñeco “Judas”, a más de aquellos que recuerdan el antiquísimo culto al fuego o al Sol; las fogatas de San Juan y los farolitos con los que se adornan los frentes de las casas.
PIROBACIA
De todos esos actos es el cruce sobre las brasas (una manifestación de pirobacia) el que ha logrado mayor relieve y, últimamente se lo organiza a modo de espectáculo, lo que de ninguna manera invalida su carácter de costumbre popular muy extendida en el nordeste argentino.
También se lo denomina “tatá yehasá” (del guaraní “tatá” fuego y “yehasá” acción de transitar) y consiste en caminar descalzo sobre un “colchón” de brasas de varios metros de extensión. Se cree que se halla libre de pecados quien llega al final sin quemaduras o porque su fe en el auxilio del santo es más fuerte que el poder del fuego.
Pero, ¿ cuál es el origen de este acto tan particular?.
La respuesta correcta se recostaría en la imposibilidad de precisarlo.
No obstante, se formulan suposiciones que se sustentan en datos ciertos.
Es indudable que el acto de caminar sobre las brasas con los pies desnudos constituye una costumbre antiquísima, desde que habría sido practicado – también en un marco religioso – por pueblos de Asia Menor, Grecia, Egipto o la India hace miles de años.
De igual modo, se dice que los romanos – dos milenios atrás – incluían los fuegos entre sus honras a Júpiter triunfante, El Dios – Sol, cuya festividad se celebraba justamente el 24 de junio (día que, como se indica, el catolicismo dedica a San Juan Bautista, patrono de Roma, por otra parte).
Ahora bien, en todos los casos el rito se efectuaba a esta misma altura del año. ¿Por qué?.
Evidentemente, porque coincide con el solsticio de verano en el hemisferio norte, que es donde surgió el rito, encerrando un sentido mágico de adoración al fuego o al Sol (heliolatría) como fuente de vida.
Ni con el advenimiento del Cristianismo fue posible desterrarlo, por lo cual se habría optado por superponer una festividad cristiana a la antigua celebración pagana.
Además, ya durante la Edad Media constituía un acto de fe pasar por las brasas sin quemarse. Lo era, por caso, la llamada “prueba de dios”, que se utilizaba como método de aplicación de justicia.
Desde España, en cuyo actual territorio aparecería luego y donde hasta hoy se mantendría vigente, el rito llegó a lo que actualmente es nuestro país de la mano de los colonizadores.
EL RITUAL
Al presente, se mantiene en alguna medida la costumbre que indica que una sola persona debe encargarse de recoger los leños y de encender el fuego del cual se obtendrán las brasas que servirán, varias horas después, para armar el “colchón”. Durante ese lapso, nadie más que ella puede acercarse al fuego, y menos tocarlo.
Cuando esa persona (una suerte de “bastonero”) entiende que debe empezar el acto, por lo general en el primer minuto del 24, reza previamente una oración, en una mezcla de castellano y guaraní y en voz baja, invocando a Cristo y al santo que lo bautizara que protejan a los que caminarán sobre las brasas.
También, suele ser la primera en realizar la prueba. Luego, permanece al lado del “colchón”, removiendo las brasas para mantenerlas vivas.
OTROS ELEMENTOS
La celebración comienza a desarrollarse con la caída de la noche del 23 de junio, cuando se encienden las fogatas. Paralelamente, en los frentes de las casas aparecen los farolitos de papel, para lo cual antes solía emplearse igualmente el cuenco e una naranja agria (“apepú”).
Más tarde, se efectúan las pruebas con las cédulas , que en los últimos tiempos quedaron limitadas a las jóvenes que intercambian papelitos en procura de que el santo les señale al hombre de su vida.
Finalmente, la lucha entre el bien y el mal estaría nítidamente representada por la demostración del “toro candil”, en la que este remedo de bestia apocalíptica es enfrentada y vencida por un “torero”, y la quema del muñeco “Judas”, que no sería otro que aquél que vendió a Jesús por 30 monedas.
CARLOS CORREA
Junio de 1981 – Diario El Territorio
Etiquetas: RELIGIOSIDAD POPULAR
