BLAS MARTÍNEZ RIERA UN BANDONEÓN PARA EL CHAMAMÉ
publicado a las: 12:55 p.m.
publicado a las: 12:55 p.m.
BLAS MARTÍNEZ RIERA
UN BANDONEÓN PARA EL CHAMAMÉ
A pesar de encontrarse radicado desde muchos años – más de 20 – en Buenos Aires, periódicamente Blas Martínez riera regresa a Posadas. En esta ciudad nació y aquí, también, inició su trayectoria artística como ejecutante del bandoneón, instrumento que domina como pocos en el ámbito de la música regional.
Sin embargo, no fue el bandoneón lo primero que “Blasito” – diminutivo con el que se lo conoce en los más diversos lugares – alcanzó a dominar, allá en su lejana niñez en Villa Sarita. Por indicación de su padre aprendió a tocar el violín, cuando apenas hacía sombra en el suelo.
“Mi padre quería que yo fuera un gran violinista; era uno de sus sueños”, recordó hace poco, en uno de sus habituales retornos a su tierra natal.
¿Quién es su padre?
Pues, Julio Martínez, también el padre de Ignacio y de Gregorio, otros dos músicos vastamente conocidos, cada uno en su esfera.
FIGURA DE NIVEL
Además del violín, Blasito tocaba la batería. Y como baterista cumplió sus primeras actuaciones públicas, integrando la orquesta que dirigía su padre.
Después vino el bandoneón.
Blas Martínez Riera es, entonces, miembro de una familia de músicos. Desde niño, junto a sus hermanos, recibía lecciones de su padre, el que con ellos era más exigente que con sus alumnos comunes.
Estos inicios marcarían su vida de artista. Porque en gran medida sirvieron para que Blas se convirtiera, exigente consigo mismo, en un depurado músico, hábil tanto en teoría como en la práctica de ejecución del bandoneón.
No es ningún desconocido para los posadeños, que ya superaron la barrera de los 40. Tampoco lo es para quienes – cualquiera sea su edad – siguen su actividad, se hallan al tanto de sus actuaciones y escuchan con oído crítico sus grabaciones. Porque su propia modalidad posibilita la crítica, entendiéndose esto por la ponderación, el análisis de sus interpretaciones, con un juicio favorable casi sin excepción.
Es, fuera de dudas, una de las figuras de primer nivel en el panorama de la música popular de la región; y aún dentro de la música popular argentina.
LOS PRIMEROS AÑOS
Blasito nació en Villa Sarita – en la calle Pedernera entre Beato Roque González y Ángel Acuña – el 16 de septiembre de 1936.
Luego de aquellos primeros años, decidido ya por el bandoneón integró el legendario trío Ipú Porá (suena lindo), al lado de Gerardo Verdún y Tito Gómez, en voces y guitarras. Con algo más de quince años, reemplazó a Regino Bernal, otro conocido bandoneonista posadeño.
Varios años permaneció en ese trío.. “Tengo hermosos recuerdos de entonces – dijo – ya que con Verdún y Tito Gómez hice mis primeras salidas al interior, actué en muchos bailes y en las radios de Posadas y Encarnación”.
“Luego de varios años – agregó – empujado por algunos amigos formé “Los Caballeros del Guarán”. Este fue su primer conjunto propio y “gracias a él – afirmó – tuve el gustazo de conocer a Ramón Cavia”, quien lo secundaría por mucho tiempo.
Además, en Los Caballeros del Guarán militaron Tito Alvarenga – quien conformó un recordado dúo con Ramón Cavia, Antolín Gómez, Antonio Florentín, “Negro” Ledesma, Miguel Ángel Leiva (el popular “Paloma”) y Teresa Elba.
Alrededor de dos años duró esa experiencia, hasta que en 1958 viajó a Buenos Aires para integrar la embajada “Fiesta en el Rancho”, de Pirca Rojas.
Desde entonces vive en la Capital Federal.
Hacia 1959 ya era conocido en el ambiente chamamesero. No sólo personalmente conocido – valga la expresión – sino por sus aptitudes, las cuales no pasaron desapercibidas para el destacado acordeonista libreño Ernesto Montiel, quien lo llevó al Cuarteto Santa Ana (verdadera escuela de música y de músicos), para reemplazar a Apolinario Godoy.
Al lado de Montiel permaneció ocho años. Llegado a una etapa de su vida, consideró que había adquirido suficiente madurez como para volver a tentar fortuna por cuenta. Diez años habían pasado desde que en Posadas llevó a cabo su primera experiencia como titular de una agrupación. Pero ahora, su vocación y sus estudios iniciales y los que efectuaba habitualmente, se veían enriquecidos con todo lo aprendido, observando, siguiendo, analizando a los maestros del género; Tránsito Cocomarola, Isaco Abitbol, Tarragó Ros y Ernesto Montiel.
Así nació el conjunto de música regional que dirige hasta hoy. Y luego de quince años de actividad continuada, su éxito se halla asegurado. Lo prueban sus numerosas actuaciones, en los más variados escenarios, y su abultada cifra de grabaciones, en todas las cuales descuella este posadeño que no olvida a su tierra ni a sus amigos, recordando nombres, fechas y lugares con absoluta precisión.
EL HOMBRE Y SU ESENCIA
Sin embargo, no descuida sus estudios. En forma constante, se dedica a profundizar sus conocimientos, su técnica: “soy como el futbolista que necesita entrenarse todos los días”, bromeó.
Busca su perfeccionamiento, se empeña en evolucionar. Al mismo tiempo, procura la evolución de la música regional, pero con un respeto absoluto a la esencia folklórica, sin alejarse de la raíz.
Es que él mismo trata de no distanciarse de su propia raíz, como lo ponen de manifiesto sus permanentes contactos con ésta, su tierra, a la – tal lo indicado más arriba – suele regresar periódicamente.
Lo hace, para compartir con sus amigos y llenarse de paisaje. En fin, para realimentarse en sus fuentes de inspiración.
CARLOS CORREA
Junio de 1981 – Diario El Territorio
