Carlos Correa
RAMON AYALA EN BUSCA DE LA PERSONALIDAD RÍTMICA DE SU TIERRA (Primera nota)
publicado a las: 1:16 p.m.



Ramón Ayala

EN BUSCA DE LA PERSONALIDAD RITMICA DE SU TIERRA


(Primera nota)


“Siempre llevo puesta esa luz de Misiones, esa luz que en mí se desarrolla y se manifiesta en esa simbiosis interior que me hace un poco pintor y músico. Porque, de alguna manera, la capacidad para captar la forma y la luz, y disponerlas, elaborarlas sobre un rectángulo, es la misma capacidad que me lleva, por ejemplo, a extender la luz del paisaje sobre una canción, y a sentirla, y a amarla”.


En Ramón Ayala, para quien “Misiones constituyó siempre el lugar ideal del color, el ritmo y la música”, sus conceptos no se limitan a la mera declamación. Esa luz que menciona asoma en su rostro, lo enciende y, esencialmente, se refleja en toda su obra.


De ahí, su carácter de genuino artista misionero, de creador preocupado en lograr una “personalidad rítmica” para su tierra, con un “cauce por donde viaje nuestro paisaje, y toda la música y la poesía”. Pretende – con una pretensión honesta y fundada – que ese “cauce” sea el gualambao, un ritmo de su creación que resume sus vivencias, su forma de ver y sentir a Misiones.


Que es, también, un poco como los misioneros ven y sienten a su provincia: “Cuando uno se conoce a si mismo y empieza a viajar por dentro, por su interior, lo hace por dentro de todo el mundo, porque con más o menos luz, con todas las mareas que pueda tener el alma humana, somos parecidos, tenemos mucho en común”, afirmó el autor de “El mensú”, recordando al poeta norteamericano Walt Whitman, quien “cantándose a si mismo cantaba a la humanidad”.


Una casa “asombrada”


Ramón Ayala es posadeño. “Nací en Villa Urquiza – recordó – en una casa de la avenida Rademacher que pertenecía a Grau, un antiguo panadero, de quien mi padre era amigo”.


Continuó su relato de esta manera: “Era una casa llena de duendes, de ésas que llamaban “asombradas”. Tan es así que, luego de la muerte de mi padre, mi madre y unas amigas, que eran un poco aventureras en el sentido de buscar tesoros y de dar rienda suelta a la imaginación, cavaban por las noches tratando de encontrar esos misterios que de alguna manera la tierra y la noche atesoran”.


“En esa casa, de pronto, aparecían luces o, cuando nosotros no estábamos, un perro ladraba en forma desaforada o en la cocina, de piso de ladrillos y techo de tejas como toda la casa, se formaba una gran “fogarata”. Los fondos daban con la casa de una familia Alegre, de la cual una fue la madre de Angelito Domínguez (se refiere a Emiliana Alegre viuda de Domínguez), y con otra de una familia Ayala, a las que recuerdo, allá de mi lejana niñez, que venían por las noches. Y también recuerdo los miedos, por esa casa llena de duendes”.


“Pienso que eso en cierta forma ha condicionado a mi alma, para que aparezca ese interés por el misterio”.


Luego de 20 años de ausencia, visitó un día esa casa. Entonces, era habitada solamente por la viuda de Grau, a quien le explicó los motivos “puramente sentimentales” que lo llevaron hasta allí, a la vez que le relató su experiencia infantil sobre los “asombrados”.


“Mire – me dijo – le voy a contar algo a propósito de lo que usted me dice: ayer, a la siesta, estaba durmiendo y, de pronto, pareció como si el techo de la cocina se hubiera desplomado; era un golpe tan tremendo. Me levanté desesperada para ver que había pasado, y me di cuenta que no había pasado nada, silencio absoluto. Así que lo que usted vivió en su niñez, ahora se repite”.


“Eso – añadió Ayala – fue después de 20 años. Todavía hoy está la casa”.


Sus comienzos


Ya en Buenos Aires, hasta donde se había trasladado su familia, empezó a tocar la guitarra. Se trataba de un instrumento que su madre adquirió para él, ante sus insistentes pedidos, debido a que consideraba que su anterior dueño no lo cuidaba como correspondía. Es que “lavaba la guitarra en una pileta, con agua y jabón, cada vez que se ensuciaba. Tenía clavijero de madera, cuerdas de tripa y de acero. De pantalón corto aprendí a tocarla, con un señor”.


“Progresé rápidamente – apuntó – ya que era tanto mi afán y mi amor por la guitarra, que avanzaba vertiginosamente en el aprendizaje. Y, de pronto empezó a rondarme la necesidad de crear cosas. Primero fueron “palotes”, cosas sin trascendencia, que fueron creciendo con el tiempo: cuando uno se hace más grande va comprendiendo la necesidad de cantar cosas que tengan sentido, que tengan sustancia, más allá de aquello bonito que pueda atraer momentáneamente, con una musiquita al paso”.


Su trayectoria artística tuvo su origen al lado de Damasio Esquivel, depurado bandoneonista, con cuyo conjunto se presentó en Radio Rivadavia. Actuó por primera vez en público cuando tenía 17 años, en el “Palermo Palace”.


En este lugar “alterné con Emilio Biggi, músico paraguayo autor de “Minero sapukay” y de otras piezas famosas; el bandoneonista Juan Escobar y el clarinetista Valerio “Valé” Escobar, hermano del anterior. En ese clima fui formando mi arquitectura interior, con el condicionamiento que me impuso mi niñez y por conocer estos lugares de Misiones, ya que, por ejemplo, desde dicho había recorrido el Alto Paraná. Fue así que, poco a poco, iba empapándome y echando raíces en esta tierra”.


Con posterioridad, “realicé una gira por el interior del país con la agrupación de Margarita Palacios, quien en ese tiempo era compañera de Félix Dardo Palorma. Anduve por el Noroeste y la Patagonia, aprendí a conocer y a amar nuestra tierra. De ahí, mi poder de apreciación y deseo de cantar a todo este país nuestro”.


Sánchez, Monges y Ayala


Tenía 19 años cuando conoció a Ramón Sánchez y a Amadeo Monges, con quienes formó un trío muy popular en los años 50. Fue, también, algo así como el “pasaporte” a la popularidad de Ramón Ayala.


Obviamente, era el trío Sánchez – Monges – Ayala, grupo éste que se mantuvo por espacio de diez años.


“Luego – memoró Ayala – las fuerzas interiores me llevaron a necesitar otro ámbito para moveré, que no era el limitado por el trío, que estaba condicionado a un determinado tipo de canción, que a veces era bonita, pero que era nada más que para mostrarla desde un escenario en forma agradable, para llegar un poco “graciosamente” a la gente, sin el rigor que puede tener otro tipo de obra”.


“Cuando comprendí – puntualizó – que el arte no es solamente ponerse un “smoking” o un traje vistoso, y maquillarse y salir a hacer virtuosismo con la guitarra; cuando comprendí que el arte es la vida y que la canción es un vehículo maravilloso para la expresión del hombre y que es patrimonio cultural del pueblo, entonces decidí dejar el trío, directamente, porque ya no podía continuar con ellos. Porque no sentíamos de la misma manera, porque teníamos otra mentalidad y otro destino”.


Aseguró que “con mucho dolor dejé el trío. Comprendí que lo que uno siente debe realizarlo, en la medida en que se puede, con todos los riesgos que me demandó mi alejamiento del trío, con el descalabro de orden económico y sentimental que ello me acarreó. Pero, sé que la vida del artista que pretende ser auténtico, es n poco la del sacerdote, que debe renunciar a muchas cosas: yo he renunciado a muchas cosas en mi vida por el arte concebido en la forma en que lo concibo”.


“Yo – prosiguió – me siento un monje, vivo dentro de mi propia abadía y en ella entro en puntas de pie, porque es el recinto de la hora de la verdad. Esa situación me obliga a respetarme y a tener un gran amor por mi mismo, por mi dimensión de ser humano, y a tratar de ser mejor cada día. Eso es lo que busco transmitir con mi obra, reflejándome en ella y reflejando a la gente”.


“Así vino el canto al mensú, por amor al ser humano”, subrayó.


CARLOS CORREA

Diario El Territorio – 3 de mayo de 1981
1/09/1982: Conferencia "El Sindicalismo Argentino". Carlos Correa.
Quién es Carlos Correa
Nació en Posadas cuando en la Catedral daban las doce campanadas de un mediodía del mes de Noviembre de 1939.
Fueron tantas las actividades que desarrolló que resulta muy difícil resumirlas: periodista, sindicalista, militante político, docente, etc. Pero sobre todo, un profundo conocedor de su región misionera, sus costumbres, su música, sus bailes, es decir, de la cultura regional en sus distintas manifestaciones.
Después de tanta lucha, partió a "la Tierra sin mal" el 28 de Marzo de 2012, dejando una huella trascendente en nuestra historia.
Los aportes que brindó con sus conocimientos, pero sobre todo con su gran humanismo, me impulsan a crear esta página para transcribir -en parte- sus notas publicadas, la mayoría en "El Territorio" de Posadas, con el propósito de que les sea útil a quien las necesite, pues siempre fue muy altruista y generoso en enseñar lo que sabía.

Alba
Los cuarenta años de amor que vivimos en pareja con Carlos Correa, tantas actividades que encaramos juntos, la amistad y comunión de ideales que nos unieron me impulsan a concretar este sueño de compartir con los demás, aunque más no sea, una parte de su saber. Alba Rosabel Melo.

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