Edgar Estigarribia MI AMIGO TARRAGÓ ROS
publicado a las: 3:07 p.m.
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Edgar Estigarribia
MI AMIGO TARRAGÓ ROS
Por cierto que es conocida toda interpretación de Tarragó Ros – ahora solamente desde el disco – por el estilo inconfundible que impusiera a su conjunto el legendario acordeonista curuzucuateño. Pero, si alguna duda pudiera caber, de modo particular en las grabaciones de los últimos años, la voz del glosista ayudará a disiparla. Porque nadie que lo haya escuchado antes, podrá olvidar la modalidad tan particular, de la tierra, de Edgar Estigarribia, ni sus improvisados versos, simples y directos, pintando con trazos rudos las imágenes que apoyan la melodía.
Estigarribia, como Tarragó Ros, nació en Curuzú Cuatiá, en un establecimiento de su familia. Sin embargo, “desde chico, me “tiró” más el galpón que la mayoría”, aseguró, en obvia referencia a su predilección por las cosas, las costumbres de los peones de las estancias, que es lo mismo que decir – en lo que atañe a la zona de su nacimiento – de esa parte de la población que mantiene las tradiciones, ya fuere porque las cuida o porque las alimenta con nuevas creaciones, a más de ser una de las más significativas fuentes de inspiración y de recepción de las obras de los artistas realmente populares.
Con el tiempo, llegó a cultivar una amistad entrañable con Tarragó, en base al común cariño por la música que identifica al hombre de la región. Ese afecto que los unía salió airoso de más de una de las numerosas pruebas que debieron enfrentar en los comienzos de su vida artística, por aquellos años plagados de dificultades capaces de hacer desistir de sus propósitos al más osado (como se verá más abajo).
“BRISAS CORRENTINAS”
De su niñez, Estigarribia recordó – en una larga charla con el autor de este artículo – que el chamamé, entonces, no gozaba de los beneficios de la difusión discográfica. En ese ámbito, más bien – dijo – privaba la música paraguaya, mientras se conocían apenas unos pocos nombres de intérpretes correntinos: Emilio Chamorro (que se había iniciado con el destacado creador paraguayo Herminio Giménez), Marcos Herminio Ramírez, Mauricio Valenzuela y su Tribu Goyana, Ramón “Tito” Aranda y Ambrosio Miño, entre otros pocos presentes en su memoria y aparte de las escasas grabaciones, destinadas al público de Corrientes, efectuadas por Samuel Aguayo.
También, hizo notar que en los ambientes rurales de la zona de Curuzú, en aquella época, el shotis, la ranchera y la mazurca mantenían plena vigencia, sobre todo entre la gente mayor (de ahí, seguramente, el shotis “Tuyá nde verguará” o “Para los viejos”, grabado por Tránsito Cocomarola a principios de la década del 40).
Hacia 1940, asimismo, Tarragó, quien había nacido en 1923, dirigía el semanario “Brisas Correntinas”, nombre al que le agregó el calificativo militante de “Defensor del chamamé”. Estigarribia, a poco de concluido su bachillerato, se acercó para colaborar con esa empresa, modesta por cierto, que se había propuesto difundir, desde Curuzú, todas las cuestiones relativas a dicha especie musical.
“MELODIAS GUARANÍES”
Al año siguiente, Tarragó constituyó el conjunto “Melodías Guaraníes”, integrado, además, por Eliseo Corrales y Mario Ostalat en canto y guitarras, Oreste Hernández en bandoneón y Estigarribia a cargo de las glosas.
Como es sabido, el comienzo de la década del 40 marcó, también, el inicio de una profunda renovación en todo el campo de la música popular argentina, aunque es habitual que se trate de circunscribirla solamente al tango. Nada de eso, si bien fue en la denominada música ciudadana que alcanzó mayor resonancia, dicho movimiento comprendió a toda la música nacional, porque era el país el que se transformaba, generando en la población mayores apetencias de todo tipo, culturales entre ellas.
Sin embargo, las cosas no fueron nada bien para el flamante conjunto de Tarragó, ya que su primera gira, en 1942, concluyó en un rotundo fracaso económico – no así en el orden espiritual, como dijera alguna vez el desaparecido acordeonista – tras haber visitado Saladas, Gobernador Virasoro y La Cruz. En esta última localidad, el panorama era tan sombrío, que hubo que remitir un dramático telegrama a familiares de Curuzú, agotando así las exiguas reservas monetarias, para que se les enviara dinero a fin de poder regresar al solar natal.
Lejos de amilanarse, Tarragó y Estigarribia emprendieron otra gira, un año después, con un conjunto todavía mayor en número. Eran once, en total. Fueron a Monte Caseros, donde obtuvieron éxito relativo. Pero, en Concordia, la situación se les tornó dramática. De los once, desistieron ocho, que regresaron a Curuzú, permaneciendo en la citada ciudad entrerriana, a más del acordeonista y el glosista, el bandoneonista Adolfo Vargas.
A la postre, quedaron solos los dos amigos. En un principio, recibieron la ayuda de un correntino, propietario de una casa de pensión, hasta que, finalmente se vieron en el más absoluto desamparo, pasando innumerables privaciones a las que Estigarribia recordó – ahora – con una sonrisa.
En 1943, resolvieron viajar a Buenos Aires. Lo hicieron “para triunfar”; ¡ pobre ilusión ¡ acotó Estigarribia, quien tuvo que empeñar una rastra, por diez pesos nacionales, para costear el pasaje de ambos.
En la Capital Federal se repitieron las privaciones, acentuadas por la soledad de los provincianos en la gran urbe, extraños a ese medio, cuyos ocultos resortes desconoce todo recién llegado. Buscaron trabajo, consiguieron ocupación temporaria en uno u otro sitio, aunque no podían desarrollar su vocación. “Las grabadoras no tenían confianza en el chamamé”, opinó el “verseador”. Alguna ayuda – la que estaba a su alcance – les fue proporcionada por sus comprovincianos Osvaldo Sosa Cordero y Porfirio Zappa y el bonaerense “ metido a chamamesero” Pedro Sánchez.
“LA RANCHADA”
Tarragó volvió a Curuzú y, con posterioridad, retornó a Buenos Aires. Por su parte, Estigarribia se trasladó a rosario, en 1945. Allí, se vinculó con Emilio Chamorro – auténtico pionero de la música regional – quien tenía un salón de baile denominado “La Ranchada”. Fue con él, también, que en 1947 Estigarribia realizó su primer grabación como glosista.
Cocomarola era, entonces, uno de los integrantes del conjunto de Chamorro, sobre todo en los bailes que se cumplían en dicho salón. Y al desvincularse “El Taita” en 1948, ante un pedido de Estigarribia, Chamorro decidió cubrir con Tarragó la vacante producida por el alejamiento del autor de “Kilómetro 11”.
CARLOS CORREA
19 de Abril de 1981 – Diario El Territorio.
Etiquetas: HISTORIA REGIONAL
