RECREACIÓN DE TEMAS POPULARES

En nota anterior, se ha consignado que la historia del chamamé, como especie preponderante de la música regional, es susceptible de ser dividida, en uno de sus aspectos, en dos grandes períodos. El primero de ellos es considerado como de la creación anónima y se extiende desde los orígenes hasta 1930. De acuerdo con el calificativo que recibe, abarca el lapso durante el cual los temas musicales en ese ritmo eran realizados por autores no identificados o, al menos, no registrados, lo que llevó a que se perdiera el nombre del creador y que la pieza se folklorizara.

En artículos sucesivos, se hizo referencia, asimismo, a las cuatro composiciones cuya anonimia es indiscutible y que han logrado una extraordinaria difusión en toda la región, y aún más allá. Son ellos: “El carau”, “La caú”, “La llorona” y “Fierro punta”.

Cabe recordar que, por el contrario, en el segundo de los períodos mencionados los autores son conocidos porque, además, su producción es registrada en la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (SADAIC).

Tal división – importa aclarar – es puramente convencional y el punto de separación ha sido ubicada en 1930 por cuanto hacia fines de ese año fue realizado el primer tema inscripto en SADAIC con la denominación de chamamé (“chamamé correntino”, para ser más preciso): “La flor de Corrientes “ (“´Corrientes poty”), llevado al disco en febrero de 1931 por Samuel Aguayo y “su Tribu”.

LAMENTOS Y DESPEDIDAS

Los temas anónimos citados más arriba, no son los únicos que perduran en el mapa folklórico regional. Son, si, los que han alcanzado mayor divulgación. Pero, hay también otras composiciones rescatadas del olvido y que se mantienen, aunque su difusión no sea masiva.

No se descarta, tampoco, que sobre todo en los comienzos de la etapa de creación con registro, cuando los intérpretes se profesionalizaron, muchas piezas de neto cuño folklórico hayan sido tomadas por ciertos músicos e inscriptas a su nombre o que, asimismo, hayan procedido de igual modo respecto de temas tradicionales a los cuales le efectuaron algunos arreglos. Por cierto que esto es de difícil comprobación y quien pretenda insinuar algún reproche, tendrá que considerar diversos elementos condicionantes o ingresar en el terreno de las valoraciones subjetivas, lo que de ningún modo es aconsejable. No habrá que olvidar, por ejemplo, las tremendas dificultades que debieron enfrentar los primeros chamameseros, obligados a moverse en un medio indiferente, casi hostil. Por lo demás – sin que esto implique una justificación – se trata de un fenómeno común a toda la música popular, no sólo regional o nacional, sino incluso mundial.

De todas maneras, hay otros casos en que aquellos que hicieron arreglos de piezas folklóricas, han dado cuenta de ello y así quedó registrado. En esa situación se encuentra por lo menos, dos composiciones que constituyen productos de recreaciones sobre motivos populares: “Lamento correntino” y “Ajhá potama” (algo así como ya me estoy yendo).

La versión musical de “Lamento correntino” que se conoce, ya que ha sido grabada por diversos intérpretes y es tocada a menudo, es el resultado de una recopilación practicada por Emilio Chamorro (un destacado pionero del género cuyo conjunto que al nombre del responsable se agregaba “y sus Paisanitos Campiriños Los Hijos de Corrientes”, se constituyó en una escuela de la que surgieron muchos de los más destacados ejecutantes chamameseros).

Es difícil precisar – al menos lo es para quien esto escribe – si la pieza original contaba con letra, aunque es muy probable que fuera así, es decir que los versos hayan sido escritos en forma simultánea con la melodía. Sin embargo, se descuenta que esa letra, de haber existido de antes, fue arreglada para adaptarla mejor al canto, por Luis Acosta, quien fue un consumado letrista de la primera época de la creación con registro, nacido en tierra correntina (posiblemente, en el paraje Santo Tomás, entre San Carlos y San Isidro, esto es, en el límite con Misiones) y criado en Posadas, en el barrio Rocamora, desde donde viajó a Buenos Aires a mediados de la década del 30, para fallecer en Mar del Plata, en marzo de 1951. (Es autor, entre muchos otros temas, de “Posadas”, “El huerto triste”, “Corrientes”, “Posadeñita”, “Despedida” e, incluso, de los versos de la polca paraguaya “Itapúa poty”, dedicada a Encarnación, con música de Juan Carlos Soria).

Es probable, en fin, que Acosta haya sido quien escribió directamente la letra de “Lamento correntino”. Pero, para sustentar esta hipótesis no hay que olvidar que la pieza se basa en un suceso concreto. Además, el título no permite conocer el motivo, con su sola enunciación. En próxima nota, se ampliará todo esto.

CARLOS CORREA

23 de Noviembre de 1980 – Diario El Territorio

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