Carlos Correa
YAPEYU EL FRUTO LLEGADO A SU TIEMPO
publicado a las: 3:06 p.m.



YAPEYU

EL FRUTO LLEGADO A SU TIEMPO

El nombre de Yapeyú, expresión guaranítica que traducida al castellano –según una de las acepciones más aceptadas- significa “el fruto llegado a su tiempo”, se transformó en un símbolo a raíz de las extraordinarios servicios prestados a la causa de la emancipación americana por su hijo dilecto: el general José de San Martín.

Porque en verdad, como si alguien hubiese calculado el tiempo que debiera transcurrir para que estuviera preparado cuando la patria lo necesitaría, nada más a tiempo que el nacimiento, en esa quieta población de la costa del Uruguay, de quién con su acción y su ejemplo se convirtió en el más grande entre los forjadores de la nacionalidad.

Nada más a tiempo que la presencia de ese fruto de Yapeyú en la Patria naciente, en circunstancia en que más se requerían de los hijos de mente clara y prontos a encarar la homérica tarea de afianzar los propósitos de independencia.

El fruto llegó a tiempo, también para ejercer una presión de tal magnitud, que su designación al frente de los Ejércitos Libertadores representó un vuelco decisivo en la forma en que se condujo la estrategia para la emancipación y que culminó con la victoria final.

En su proyección americana, igualmente fue el tiempo preciso en que los hermanos chilenos y peruanos reclamaban los servicios de un hombre de esa talla, para concretar su independencia.

Todo, en fin, lleva a concluir que la expresión Yapeyú señaló, cual un oráculo, el destino del héroe.

Al presente, su figura, su pensamiento y su acción obligan a la reflexión, para abrevar en las fuentes de su ejemplo, de sus principios inconmovibles de sacrificio y renunciamiento.

Exigen recordarlo en su dimensión total de ser humano, consagrado firmemente a la más sagrada de las empresas. Porque fue un genio de la guerra, pero para conseguir la única paz posible, con justicia y libertad.

Y esto último no constituye una apreciación ligera, producto de alguna supuesta decisión histórica. Como testimonio han quedado sus actitudes y sus palabras: “Al deponer la insignia que caracteriza al Jefe Supremo del Perú, no hago sino cumplir con mis deberes y con los votos de mi corazón”, afirmó al abandonar el cargo de Protector de esa nación hermana en la sesión inaugural del congreso.

Al mismo tiempo, se despojó de la banda roja y blanca(los colores peruanos) que cruzaba su pecho y la depositó sobre la mesa presidencial.

Añadió, entonces:”Si algo tienen que agradecerme los peruanos en el ejercicio del poder que el imperio de las circunstancias me hizo obtener, hoy, que felizmente lo dimito, pido al Ser Supremo el acierto, las luces y tino que se necesitan para hace la felicidad de sus representados. Desde este momento, queda instalado el Congreso Soberano y el pueblo reasume el poder en todas sus partes”.

De nada valieron las insistencias para que modificara su actitud, quien antes, había renunciado a honores similares en Chile y que se negó a desenvainar su espada, en un gesto que repetiría después, para intervenir en las luchas intestinas que devastaban su patria.

Si algo resta para delinear con exactitud sus inconmovibles principios, bastaría recordar que en su despedida a los peruanos dijo “Presencié la declaración de los Estados de Chile y el Perú, existe en mi poder el estandarte que trajo Pizarro para esclavizar el Imperio de los Incas y he dejado de ser un hombre público, he aquí recompensado con usura diez años de revolución y de guerra. Mis promesas para los pueblos en que hecho la guerra están cumplidas, hacer la independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos.

La presencia de un militar afortunado, por más desprendimientos que tenga, es temible a los Estado que de nuevo se constituyen. Por otra parte, ya estoy aburrido de decir que quiero hacerme soberano. Sin embargo, siempre estaré dispuesto a hacer el último sacrificio por la libertad del país, pero en clase de simple particular y no más. En cuanto a mi conducta pública, mis compatriotas (como en lo general de las cosas) dividirán sus opiniones; los hijos de éstos darán el verdadero fallo. Peruanos: os dejo establecida la representación nacional. Si depositáis en ella entera confianza, contad con el triunfo; si no, la anarquía os va a devorar. Que el Cielo presida vuestros destinos y que éstos os colmen de felicidad y paz”.

Sin duda, estos conceptos, conforman un verdadero testamento de su vida pública. Nada de su pensamiento, en estas cosas, ha sido omitido; ni los propósitos de su lucha, que los consideró cumplidos- y lo estaban con creces, ciertamente- ni las sugerencias sobre el mejor camino para alcanzar la felicidad, ni las causas de su renunciamiento. Tampoco olvidó comprometer un último sacrificio por la libertad del país, pero en calidad de simple ciudadano.

Cabe advertir, no obstante, que recordar nada más sus palabras, es vaciarlas de contenido, el cual es brindado por las circunstancias que enmarcaron el particular momento histórico en que han sido pronunciadas y que fueron acompañadas por actitudes concretas en el mismo sentido.

Por lo tanto, más que repetir sus proclamas y discursos o reseñar sus hazañas, debe evocarse su vida para tenerla como ejemplo en el desempeño cotidiano de cualquier actividad, desde las más encumbradas hasta las más modestas. Tener presente, sobre todo, que fue un argentino cabal y estar orgulloso de ser compatriota de quien, precisamente, siempre se opuso a cualquier disputa provincialista, más aún si ello obedece a motivaciones minúsculas.

Y esto debe ser así hoy, con mayor decisión todavía, en que la Patria transita otro de los momentos particulares de su historia y que requiere que el espíritu sanmartiniano, sin distorsiones de ninguna índole, presida todos los actos de sus habitantes. No para imitar al prócer, empresa imposible, sino para que sirva de guía cuando la desorientación hace presa hasta de muchas mentes esclarecidas.

La Patria reclama esfuerzos, sacrificios, desinterés y renunciamientos. Porque sólo así se superan las instancias difíciles y se engrandece un país. Y porque existe un solo camino para la inmortalidad, para la gloria y es el que siguió el Libertador.

En fin, la Patria está necesitada de un símbolo de unión para grandes empresas; de un símbolo como el de Yapeyú, donde el fruto llegó a su tiempo; un fruto puesto al servicio de la causa del género humano.

CARLOS CORREA

17 de agosto de 1980.



Diario El Territorio

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1/09/1982: Conferencia "El Sindicalismo Argentino". Carlos Correa.
Quién es Carlos Correa
Nació en Posadas cuando en la Catedral daban las doce campanadas de un mediodía del mes de Noviembre de 1939.
Fueron tantas las actividades que desarrolló que resulta muy difícil resumirlas: periodista, sindicalista, militante político, docente, etc. Pero sobre todo, un profundo conocedor de su región misionera, sus costumbres, su música, sus bailes, es decir, de la cultura regional en sus distintas manifestaciones.
Después de tanta lucha, partió a "la Tierra sin mal" el 28 de Marzo de 2012, dejando una huella trascendente en nuestra historia.
Los aportes que brindó con sus conocimientos, pero sobre todo con su gran humanismo, me impulsan a crear esta página para transcribir -en parte- sus notas publicadas, la mayoría en "El Territorio" de Posadas, con el propósito de que les sea útil a quien las necesite, pues siempre fue muy altruista y generoso en enseñar lo que sabía.

Alba
Los cuarenta años de amor que vivimos en pareja con Carlos Correa, tantas actividades que encaramos juntos, la amistad y comunión de ideales que nos unieron me impulsan a concretar este sueño de compartir con los demás, aunque más no sea, una parte de su saber. Alba Rosabel Melo.

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