LA TRADICION GUARANITICA Y LA ENSEÑANZA DE LOS JESUITAS
publicado a las: 3:32 p.m.
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LA TRADICION GUARANITICA Y LA ENSEÑANZA DE LOS JESUITAS
Al reseñar , en alguna medida, lo que podía entenderse como proceso de gestación de una especie música popular, en nota anterior-publicado por esta revista el 20 de julio último- se hizo referencia a la influencia ejercida sobre la primitiva cultura de la región Nordeste, por la formidable tarea llevada a cabo en ese plano en la época de la colonización jesuítica.
Como uno de los vehículos portadores de tal influencia, se mencionó la enseñanza, a los guaraníes y por los padres misioneros, de la técnica musical occidental, traída de Europa, más avanzada que la conocida y aplicada hasta entonces por los antiguos habitantes del área.
Vale aclarar que los aborígenes(al igual que cualquier comunidad ubicada en similar estadio cultural) utilizaban una escala musical que, cuando más, solo constaba de cinco notas. En cambio, como es sabido, la denominada escala occidental se compone de siete notas; pero además, se dispone del recurso de la alteración de dichas notas, posibilidad que era igualmente desconocida por los indígenas. Es decir que, aparte de contar con una escala más rudimentaria los naturales carecían del recurso de los semitonos.
Los padres misioneros se encargaron de enseñarles la técnica más de avanzada en su momento y, asimismo, los instruyeron en la fabricación de instrumentos, como también se apuntó en la aludida nota anterior. Y esto último llegó a ser dominado en grado tal por los guaraníes, que los elementos por ellos realizados habrían de provocar el asombro de expertos visitantes europeos. Aquí, del mismo modo, cabe advertir que, con anterioridad a esa época, los guaraníes fabricaban instrumentos rudimentarios.
Por numerosos testimonios, se sabe que los naturales se convirtieron en aventajados alumnos y más tarde en capacitados maestros de música.
Pero, como es lógico no podían evitar el vuelco en esa música que componían, de su propia “carga cultural”, de su peculiar forma de sensibilizarse ante las cosas del mundo exterior, de este paisaje particular, de sus semejantes o de, por ello mismo y por otros factores, sus vivencias interiores.
REFERENCIAS HISTORICAS
En apoyo de esta tarea, se recurre al trabajo titulado “Nuestra canción del litoral”, del consagrado músico e investigador uruguayo Aníbal Sampayo, de acuerdo con referencias efectuadas por Marily Morales Segovia en su obra “El Chamamé”, editado en 1972 por la Universidad Nacional del Nordeste.
Entre las citas realizadas por Sampayo figura la extraída del “Diario del viaje de Montevideo a Paysandú”, en el que su autor el cura vicario de la Iglesia Matriz de Montevideo, transcribió las experiencias de una visita que, como integrante de una delegación, llevó a cabo hasta el asiento circunstancial del general José Gervasio Artigas.
Al respecto, dice Sampayo que el citado dignatario eclesiástico, “sabio eminente don Dámaso Antonio Larrañega, quien formando parte de la delegación que debía entrevistar a Artigas, que se hallaba a la sazón en su cuartel general de Paysandú (población de la orilla oriental del Uruguay que en aquella época pertenecía al pueblo de Yapeyú) aprovechó esta coyuntura para escribir las incidencias de su viaje” en el mencionado manuscrito.
Según Sampayo, el entonces vicario de la Iglesia montevideana dejó un valioso testimonio sobre la música cultivada en estas tierras.
“Los que llegamos al pueblo –apuntó Larrañega- fue nuestra primera diligencia pasar a ver al Comandante. Este nos hizo entrar a su casa y nos recibió con tanto agrado y miramiento que nos avergonzó recibiéndonos con una música regular y suave de dos violines, tambora y triángulos tocados por cuatro indios de Misiones”.
Añade Sampayo que ese suceso ocurrió en 1815 y que, “como podrá imaginarse, no eran (los temas tocados por los indios) himnos religiosos ni tampoco de origen criollo, pues él (Larrañega) lo hubiera notado, ya que de los paisanos o gauchos solo escuchó, según dice, marchas patrióticas, ni hace mención de cielitos, ni de estilos, los que recién estaban en gestación. Quiero decir que ya los indios hacían música y creaban la propia, con conocimientos avanzados de instrumentación y solfeo”.
El investigador uruguayo cita, también, referencias pertenecientes al destacado historiador del pasado jesuítico padre Guillermo Furlong, quien afirma que la labor de los padres misioneros “en el campo de la música data de 1609”, así como que “la música y el canto coral llegó a ser tan universal en los pueblos de fundación jesuítica”, que en cierto momento “fue necesario reprimir sus abusos”.
De acuerdo con otros testimonios rescatados por Sampayo, en todos los pueblos misioneros había de 30 a 40 músicos, actividad ésta que era apreciada y que “enseñados desde muy niños, salen muy diestros”. Además, de tales testimonios se desprende que los indígenas, durante los oficios o celebraciones religiosas, tocaban diversos instrumentos,” variadísimos y fabricados por ellos mismos”, tocaban órganos, arpas y violines y cantaban “en latín, castellano o en su idioma guaraní, variando cada día las letras y las composiciones”.
Hasta aquí, lo aportado por Aníbal Sampayo (quien, por otra parte, solía dar a conocer sus valiosas conclusiones en los recordados simposios que se cumplían en Posadas, como parte de los extinguidos festivales de la Música del Litoral, durante la década del 60).
Por su parte, el padre José Marx, actual cura párroco de la localidad de San Ignacio (provincia de Misiones), en su trabajo “Las Misiones Jesuíticas”, asegura que “la música también formó parte importante de la cultura guaraní. En San Ignacio Miní, centro esplendoroso de arte, piedad y cultura, funcionó el primer conservatorio musical que hubo en el Río de la Plata”.
“Existían allí-añade el citado sacerdote-fábricas de instrumentos musicales, tales como guitarras, violas, violines, flautas, cornetas y órganos, que según constancias y documentos existentes, rivalizaban con los mejores importados de Europa”.
“También –concluye- en San Ignacio se creó una escuela musical con alumnado indígena, que en constante perfección orquestal llegaron a ejecutar óperas en ocasiones solemnes”.
En el mismo orden de cosas, es sabido que en Yapeyú funcionó otra escuela de música de las Misiones, la que llevó a cabo una destacada tarea que trascendió más allá de la región, dirigida por talentosos compositores europeos.
Pues bien, aunque esa labor, en ese nivel y con esa jerarquía, pudo verse interrumpida como consecuencia del extrañamiento de los jesuitas, registrado en 1768, es evidente que la afición de los guaraníes por la música se mantuvo, como lo prueban los testimonios acercados por Sampayo, entre distintos otros investigadores.
Tampoco la posterior destrucción de los pueblos misioneros, entre 1817 y 1818, porvocó el olvido de lo que había sido asimilado. (Acerca de la permanencia de la tradición musical importa recordar lo señalado por Edgar Romero Maciel, publicado en el número anterior de esta Revista, respecto del antiguo aire guaranítico que le cantaban cuando era niño y que el destacado compositor incluyó en su “Cantata para José Francisco” como la “Canción de Rosa Guarú”).
En tanto, la gesta emancipadora, con sus ejércitos integrados por hombres de distintas áreas de las Provincias Unidas, entre los cuales los correntinos y misioneros figuraron siempre en primera línea, así como las prolongadas corrientes civiles, motivaron una permanente movilización, un constante desplazamiento por prácticamente todo lo que entonces era el país, y el continuo contacto entre aquellos hombres, provisto cada uno de su propia visión del mundo.
Asimismo, tras la citada destrucción de los pueblos misioneros, a los guaraníes o sus descendientes que no fueron hecho prisioneros, les quedó la seguridad brindada por las zonas centrales de la provincia de Corrientes en la costa del Iberá. Entre ellos, como es lógico suponer, habrán figurado muchos músicos, que se sumaron a aquellos de sus hermanos que se habían confundido hacía ya tiempo con el criollo correntino. Este último, en su propia tierra, con el marco de su paisaje, sería el encargado de obtener para el Nordeste Argentino su más auténtica expresión musical.
CARLOS CORREA
El Territorio.-Agosto de 1980
Etiquetas: HISTORIA REGIONAL