GESTACIÓN DE UNA ESPECIE POPULAR (CHAMAMÉ y POEMA DE OSVALDO SOSA CORDERO)
publicado a las: 10:35 a.m.
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GESTACIÓN DE UNA ESPECIE POPULAR
El proceso de gestación de las especies musicales populares no sigue, jamás, una línea recta, en una sola dirección, en la que un elemento es consecuencia, y a la vez, causa de otro, como si todo estuviera programado de antemano. Por el contrario, en cada etapa de su evolución en procura de su meta final que es la consolidación, tales especies reciben la influencia de diversos factores confluyentes.
No puede ser de otra manera, desde que el creador de la música es el hombre él, también en cada etapa de su evolución, está sujeto a las presiones de una realidad que condiciona su forma de vida. Pero, esa realidad es cambiante, porque, a más de la incidencia de distintos otros factores, el hombre acciona igualmente sobre ella. Y en esa acción se vale de diferentes medios, uno de los cuales lo constituyen sus expresiones culturales.
La complejidad que indica tal enunciado se agudiza todavía más, si el hombre que crea – o recrea – una especie musical determinada es producto, a su vez, de corrientes poblacionales, que, con marcadas diferencias entre sí, se desplazaron desde lugares disímiles hcia el sitio, el espacio físico, donde se gestó y consolidó el ritmo de que se trata.
Es lo que ha sucedido en la Argentina, y de modo particular, en la región Nordeste, a la que cada uno de los que llegaron para habitarla, en diversos momentos históricos, trajo consigo su bagaje de tradiciones, costumbres y hasta su propia música, en fin, su propia “carga cultural” a cuestas. Aquí, halló a otros hombres, poseedores de otra cultura, a cuya influencia tampoco pudo rehuir.
ASIMILACIÓN Y TRASPLANTE
En el Nordeste no se observa lo que en otras áreas del mundo (y en muy contadas de la Argentina), en las cuales se asienta conglomerados humanos con tradiciones antiquísimas que han conseguido hacer perdurar su cultura a través del tiempo. En esa región hubo sucesivos “aluviones” de población – en algunas zonas el fenómeno fue más marcado que en otras – que asimilaron la cultura existente, pero al que le introdujeron mucho de sus propios valores. Es que, en un proceso de acción y reacción, hubo asimilación, pero también hubo trasplante.
En el trasplante jugó un papel destacado la enseñanza sistematizada de la técnica musical occidental, europea, por parte de los sacerdotes misioneros, en tiempos de la conquista y colonización espiritual de estas tierras por parte de los padres jesuitas, en primer término, y más tarde, por quienes ejercieron esa misma función docente en forma individual. Sobra los ejemplos acerca de esto último, en lo que se refiere a la presencia en ciertos lugares de profesores – muchos de ellos improvisados, pero otros muy capaces – que transmitieron conocimientos a los intuitivos músicos el área, en época lejana.
Sabido, es igualmente, que los sacerdotes misioneros instruyeron al primitivo habitante de la región, el aborigen guaraní, sobre la técnica de fabricación de instrumentos, la que llegó a ser dominado por los naturales en grado tal, que provocaba el asombro de los europeos acostumbrados a apreciar lo mejor en esa materia.
La llegada de las especies musicales europeas mediados del siglo pasado, lo que generó un fenómeno de magnitud desconocida hasta entonces, en cuanto a la difusión y aceptación masiva, podría erigirse como otro elemento del contexto buscado con estas reflexiones: la realidad que permitió, que favoreció la gestación y consolidación del chamamé, que es el ritmo predominante de género nordestino.
A modo de anticipo de las conclusiones – o de lo que podría denominarse así – que se volcarán en ediciones posteriores, importa consignar que aparece como indiscutible que como consecuencia de un largo y complejo proceso de gestación y en cual confluyeron los factores esbozados precedentemente, el chamamé se consolidó en la campaña correntina. Desde allí se dispersó a toda el área guaranítica, en la que se lo receptó porque existen raíces comunes.
UN POEMA A PROPÓSITO
En tanto, el hombre de la región sigue entregado al culto de ésta, su música, cuyo origen tal vez desconozca, es lo más probable, pero que le fue transmitida por su padre, que a su vez, la recibió del suyo y así sucesivamente. Y él, la siente suya, con un sentido de propiedad que nadie le puede cuestionar.
Es lo que pinta el destacado poeta correntino Osvaldo Sosa Cordero en su poema “Chamamé”:
La tarde filtra safiros
sobre el sueño de los pastos.
Un abanico de teros
se agita sobre el pantano.
Se mezclan grises y añiles
bajo el alero del rancho
Donde un paisano que puso
su jornada sobre el campo
pulsa la vieja cordiona
y con ella sigue arando.
Los hondos ojos se beben
en silencio aquel ocaso;
la agresta polifonía
le penetra hasta las manos
y van los dedos entonces
apretando y apretando
como requiriendo el zumo
de algún motivo increado.
Y allí el estero y el monte
Con su prodigio de pájaros
Y el mugido y el relincho
Y el palmar y los naranjos.
Caballitos invisibles
Van galopando en los bajo
Y un son dulce y primitivo
Sale volando hacia el campo.
Hombre, paisaje, sosiego
todo es uno amalgamado
para dar en chamamé
lo que callan mis paisanos
CARLOS CORREADiario El Territorio – 20 de julio de 1980
En el Nordeste no se observa lo que en otras áreas del mundo (y en muy contadas de la Argentina), en las cuales se asienta conglomerados humanos con tradiciones antiquísimas que han conseguido hacer perdurar su cultura a través del tiempo. En esa región hubo sucesivos “aluviones” de población – en algunas zonas el fenómeno fue más marcado que en otras – que asimilaron la cultura existente, pero al que le introdujeron mucho de sus propios valores. Es que, en un proceso de acción y reacción, hubo asimilación, pero también hubo trasplante.
En el trasplante jugó un papel destacado la enseñanza sistematizada de la técnica musical occidental, europea, por parte de los sacerdotes misioneros, en tiempos de la conquista y colonización espiritual de estas tierras por parte de los padres jesuitas, en primer término, y más tarde, por quienes ejercieron esa misma función docente en forma individual. Sobra los ejemplos acerca de esto último, en lo que se refiere a la presencia en ciertos lugares de profesores – muchos de ellos improvisados, pero otros muy capaces – que transmitieron conocimientos a los intuitivos músicos el área, en época lejana.
Sabido, es igualmente, que los sacerdotes misioneros instruyeron al primitivo habitante de la región, el aborigen guaraní, sobre la técnica de fabricación de instrumentos, la que llegó a ser dominado por los naturales en grado tal, que provocaba el asombro de los europeos acostumbrados a apreciar lo mejor en esa materia.
La llegada de las especies musicales europeas mediados del siglo pasado, lo que generó un fenómeno de magnitud desconocida hasta entonces, en cuanto a la difusión y aceptación masiva, podría erigirse como otro elemento del contexto buscado con estas reflexiones: la realidad que permitió, que favoreció la gestación y consolidación del chamamé, que es el ritmo predominante de género nordestino.
A modo de anticipo de las conclusiones – o de lo que podría denominarse así – que se volcarán en ediciones posteriores, importa consignar que aparece como indiscutible que como consecuencia de un largo y complejo proceso de gestación y en cual confluyeron los factores esbozados precedentemente, el chamamé se consolidó en la campaña correntina. Desde allí se dispersó a toda el área guaranítica, en la que se lo receptó porque existen raíces comunes.
UN POEMA A PROPÓSITO
En tanto, el hombre de la región sigue entregado al culto de ésta, su música, cuyo origen tal vez desconozca, es lo más probable, pero que le fue transmitida por su padre, que a su vez, la recibió del suyo y así sucesivamente. Y él, la siente suya, con un sentido de propiedad que nadie le puede cuestionar.
Es lo que pinta el destacado poeta correntino Osvaldo Sosa Cordero en su poema “Chamamé”:
La tarde filtra safiros
sobre el sueño de los pastos.
Un abanico de teros
se agita sobre el pantano.
Se mezclan grises y añiles
bajo el alero del rancho
Donde un paisano que puso
su jornada sobre el campo
pulsa la vieja cordiona
y con ella sigue arando.
Los hondos ojos se beben
en silencio aquel ocaso;
la agresta polifonía
le penetra hasta las manos
y van los dedos entonces
apretando y apretando
como requiriendo el zumo
de algún motivo increado.
Y allí el estero y el monte
Con su prodigio de pájaros
Y el mugido y el relincho
Y el palmar y los naranjos.
Caballitos invisibles
Van galopando en los bajo
Y un son dulce y primitivo
Sale volando hacia el campo.
Hombre, paisaje, sosiego
todo es uno amalgamado
para dar en chamamé
lo que callan mis paisanos
CARLOS CORREADiario El Territorio – 20 de julio de 1980
Etiquetas: HISTORIA REGIONAL