EN 1821 EL CHAMAMÉ YA ERA UN BAILE
publicado a las: 12:27 p.m.
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EN 1821 EL CHAMAMÉ YA ERA UN BAILE
FACSIMIL de la portada del periódico de 1821 en el cual la palabra “chamamé” apareció como identificatoria de una danza. El aporte fue publicado por la escritora correntina Olga F. L. de Botas en un diario porteño.
En un trabajo titulado “Origen del Chamamé” publicado en el suplemento cultural del diario “La Nación”, el 6 de mayo de 1979, Olga Fernández Latour de Botas dio a conocer un curioso documento de indiscutible valor histórico. Se trata de un artículo periodístico escrito en 1821, en Buenos Aires, en el cual la palabra “chamamé” identifica danza.
Aún a riesgo de ser reiterativo, cabe insistir en lo que ya se afirmo en entregas anteriores de esta serie de notas sobre la música regional: la denominación de un ritmo determinado constituye una cuestión de forma y por lo tanto, carece de mayor relevancia. Lo que así, importa y por consiguiente hace al fondo del asunto, es si tal ritmo representa una manifestación cultural auténtica de una comunidad, cualquiera fuese, aunque para este caso particular interesa el poblador del Nordeste.
Pero, como se suele confundir – o se quiere confundir -, el proceso de surgimiento, de afirmación del chamamé como expresión musical de la región, con el origen de la palabra identificatoria, esta columna se viene ocupando de acercar antecedentes, de una y otra parte, para que el lector disponga de elementos que lo ayuden a formar su propio juicio, a extraer sus conclusiones.
EL DOCUMENTO
El artículo al que aludió Fernández Latour de Botas en su aporte sobre el origen del chamamé, fue publicado en un periódico que era editado por Pedro Feliciano Sáenz de Cavia, con el nombre “Las Cuatro Cosas o el antifanático, el amigo de la ilustración cuya hija primogénita es la tolerancia, el glosador de los papeles públicos internos y externos, y el defensor del crédito de Buenos Aires y demás provincias hermanas”.
En el número 4 de dicho periódico de tan original como extenso nombre, apareció el artículo de mención, titulado “Continúa la chacota de Cuatro Cosas que quedó suspendido en el Nº 2 hasta mejor ocasión”.
Según Fernández Latour de Botas, el referido trabajo periodístico estaba “destinado a combatir satíricamente a Fray Francisco de Paula Castañeda (que por entonces batallaba a su vez denodadamente en periódicos y suplementos de estrafalarios títulos, teatro abierto para las urticantes apariciones de sus innumerables criaturas de ficción”).
“Pues bien – apuntó la autora – en la página 59, de esta original publicación (la paginación es corrida con la de los números precedentes), en que arrecia la dura sátira contra el padrecito de la “Santa Furia”, se lee lo siguiente: “Y por qué diablos, siendo tan hombre mi pai Francisco, ¿no tiró S:P. por la carrera de armas?. ¡Qué arrogante soldado de brigada hubiera V.P. hecho en la real marina española!. ¡Que se viniesen entonces a V.R. con agachadas los contramaestres, guardianes, maestres de víveres, calafates, y demás guapetones del rancho de proa!. Ya me parece que lo veo destripando a unos, cruzándoles a otros la cara, bailando un chamamé encima de la cabeza de alguno, y echando sobre aquellas cubiertas de Dios por esa boquita que debía estar engarzada (más no sea en plomo derretido, digo, si no le incomoda a V.P.) más serpientes, culebras y sapos que los que hay por esos chircales del mundo (Esto ha sido entre paréntesis, mi P. y perdone el rampujen)”.
“Esto – advirtió por su parte la responsable del trabajo dado a conocer por el diario “La Nación” – se publicó en Buenos Aires el sábado 17 de febrero de 1821. No había llegado la polka como música ni como baile, no se trata de referencias etnográficas ni de un cuadro correntino, sino de una imitación del habla rural de los alrededores de Buenos Aires. Y allí aparece el chamamé y ya es un baile”.
Cabe acotar, que en aquella época con tal vocablo se habrá identificado a una danza diferente de la que se conoce hoy con la misma denominación, es decir, el chamamé actual. Pero, la palabra ya existía y se lo aplicaba para distinguir a un ritmo.
LA PATERNIDAD
Es indudable la importancia que reviste el aporte de Fernández Latour de Botas en la compleja tarea de hurgar en los orígenes de esta especie musical y coreográfica. Es útil, además, para poner en duda ciertas pretendidas “Paternidades”, esto es, aquellos a quienes se les adjudica la responsabilidad de haber acuñado el vocablo “chamamé”.
Cabe hacer notar que el citado artículo de “Las Cuatro cosas…” apareció 110 años antes que Samuel Aguayo y su Tribu grabaran “Corrientes Poty” (“La flor de Corrientes”), pieza ésta caratulada entonces como “Chamamé correntino” y así registrada en propiedad intelectual. Según se anticipó, esa grabación tuvo lugar el 11 de febrero de 1931.
Estas consideraciones deben servir, también, para que quienes se dedican a investigar sin rigor científico – entre los que se incluye el autor de la presente nota -, sobre el surgimiento del chamamé, no concedan el carácter de verdad absoluta a la primera anécdota que se les comente.
El proceso de nacimiento y evolución de las especies musicales populares es mucho más intrincado que el simple marco de lo anecdótico y aquellas, por naturaleza, no reconocen “paternidades”. O mejor, reconocen un padre: el propio pueblo, la comunidad local, regional o nacional identificada con una expresión musical determinada.
CARLOS CORREA
01 de Junio de 1980 – Diario El Territorio
Etiquetas: HISTORIA REGIONAL
