A CUATRO AÑOS DE LA DESAPARICIÓN FÍSICA DE TRÁNSITO COCOMAROLA
publicado a las: 3:18 p.m.
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A cuatro años de la desaparición física de Tránsito Cocomarola.
Tal como sucede con aquellos artistas que captan los sentimientos populares, que llegan a establecer un “puente” con su público, a entablar una comunicación permanente, a cuatro años de la desaparición física de Mario del Tránsito Cocomarola se mantiene su presencia y su figura adquiere ribetes de símbolo.
Su estilo sigue indicando el camino que deben transitar los más jóvenes y sus creaciones constituyen parte obligada de muchos repertorios, sin por ello desmerecer a otros maestros del género que, a igual que Cocomarola, contribuyeron a proyectar a la música regional a su sitio actual.
El creador
Mario del Tránsito Cocomarola nació en San Cosme, provincia de Corrientes, el 15 de agosto de 1918 y apenas entrado en la adolescencia ya era conocido como un diestro ejecutante del clásico acordeón.
Por entonces, la música popular de la región recién comenzaba a abandonar su reducto provinciano llevada de la mano de los pioneros que se atrevían a introducirla en los grandes centros.
Eran momentos de intuiciones e improvisaciones, de intérpretes que debían soportar penurias y sinsabores frente a la subestimación de ciertos círculos que menospreciaban y aún suelen hacerlo las más auténticas expresiones culturales nacionales.
Puede decirse que, en muchos aspectos, la evolución experimentada e las formas creativas e interpretativas de la música regional, es decir, en su recreación a partir de la raíz popular, corre paralela con la propia evolución de Cocomarola. Es que su influencia ha sido tan poderosa que también es posible afirmar que su estilo identificó al Nordeste Argentino, unificándolo por encima de las diferencias provinciales y de los límites políticos.
Cuando la música popular argentina experimenta una profunda transformación en los años del 40, fue Cocomarola ya con el bandoneón de instrumento uno de los puntales de ese cambio en el ámbito del género regional al utilizar elementos de la teoría musical en la composición y en la instrumentación.
Años más tarde, al consolidarse de manera definitiva las especies rítmicas del Litoral, con el chamamé como su expresión principal, es, de nuevo, Cocomarola quien lleva la delantera.
Contó con la colaboración de letristas, de versos sencillos pero impecables, y cuando consideró que ya era tiempo para ello no trepidó en incluir en su repertorio composiciones de poetas, como Albérico Mansilla(“Viejo Caá Catí”, “Lunita de Taraguí”, “Sauce”, con música de Edgar Romero Maciel). Esto último, de ninguna manera implica invalidar el trabajo de aquellos letristas, en realidad auténticos juglares como Luis Acosta o Salvador Miqueri.
Fue. Asimismo, de los primeros que influyó para que sus cantores emplearan nociones de vocalización no tradicionales en la región, lo que con toda su labor artística, mereció la aceptación del público.
No fue de aquellos que se encasillan en una modalidad determinada. Su trayectoria, intensa y prolífera, es una prueba de evolución constante, pero, a pesar de esa dinámica, todos los que alguna vez lo escucharon aprendieron a identificarlo, porque entre sus comienzos y su final existe una línea perfectamente marcada, tanto que con fundamento se afirma la existencia de un “estilo Cocomarola”. Y es verdad.
Sin embargo, debe puntualizarse que en ningún momento de alejó de la raíz folklórica. Lo dijo, él mismo, en su última visita a Posadas a principios de diciembre de 1973: la evolución de la música debe acompañar a la evolución del pueblo destinatario de esa música, ni más allá ni más acá. Y si por ejempló sumó a su repertorio la obra de poetas, fue porque éstos se acercaron a estas expresiones rítmicas, comprendiéndolas, siguiendo un camino iniciado por Osvaldo Sosa Cordero o Porfirio Zappa, y porque el hablante común del Litoral tenía derecho a conocer esas obras con el vehículo que le ofrecía su música más querida.
El ejemplo
En momentos como el actual en que la música regional se ve abrumada por la aparición de tantos conjuntos, no pocos de los cuales tratan de imitar afanosamente a los que, no obstante su evidente mediocridad, han alcanzado el éxito, sería conveniente que los autores e intérpretes se detuvieran a analizar la trayectoria de Cocomarola (o la de los maestros, que para el caso es lo mismo). Tendrían que hacerlo, no para imitarlo, sino para avanzar a partir de su trabajo.
Sería, sin duda, el mejor homenaje que se le tributaría a quien jamás soslayó la esencia popular de la música del Litoral, pero sin olvidar que es necesario evolucionar, a la par de la evolución cultural del inspirador y destinatario de estas expresiones: el habitante de la región.
Estos principios constituyeron la base de la labor de este maestro de la música popular argentina.
Y ello explica su permanencia, más allá de su desaparición física.
CARLOS CORREA
El Territorio- 19/11/78
Etiquetas: HISTORIA REGIONAL
